Una noche de invierno,
la bruja Anduja,
que andaba aburrida,
dormida y sin termo,
tuvo la idea burbuja
de decorar el bosque
para Navidad
Y ella, que no tiene freno,
puso manos a la obra, decidida,
atrevida y divertida...
Y no veáis que armó,
el lío que formó,
el pifostio que montó.
No tuvo mejor idea,
nuestra muy querida bruja
que despegar del suelo,
subir hasta lo más alto del cielo,
y empezar a coger estrellas
para luego ponerlas en abetos,
y robles,
en pinos y abedules.
Y fue bajando y bajando
y el cielo se fue oscureciendo
y el bosque se fue iluminando.
Y los poetas se quejaron,
porque se quedaron sin noches estrelladas.
Y se quejaron los marinos,
porque no tenían estrellas que los guiaran.
Y protestaron los astrónomos,
porque no podían estudiar el universo.
Y la gente se enfadó
porque les gustaba verlas allá en lo alto.
Y tras muchas protestas,
y tras mucho hablar con ella,
por fin convencimos a Anduja,
para que cogiera su escoba
y subiera las estrellas
de una en una
o como ella quisiera.