jueves, 7 de marzo de 2013

Nada es lo que parece !!

Ilustraciones de Eliz Segoviano.



CAPÍTULO SEGUNDO




 
Ayla se quedó muy sorprendida y muy quieta durante un minuto, y callada durante otro, meditando sobre lo que acababa de oír. El aire no debería hablar, ¿verdad? Se suponía que el aire no hacía esas cosas, ¿verdad? El aire te despeinaba, te refrescaba, entraba y salía de tus pulmones, hacía volar las cometas y girar los molinillos de viento, pero nunca pronunciaba una palabra, ¿verdad? Bueno, pensó encogiéndose de hombros, tendría que preocuparse por eso más tarde, ahora tenía cosas más importantes en las que pensar como:

-¿Qué hago aquí?

-Bueno, vienes aquí cada noche. Aquí es donde nacen tus sueños... y tus pesadillas, pero esta noche es diferente.

-¿Por qué es diferente?

-Porque esta noche vas a aprender a defenderte de las pesadillas -respondió el Aire.

-¿Defenderme de las pesadillas? ¿Y no sería mejor no tenerlas?

-Por supuesto que sería mejor, pero eso es imposible. Nadie puede librarse de ellas, sólo puedes aprender a vencerlas.

-¿Cómo?

-Enfrentándote a ellas.

-Entonces...-dijo Ayla tragando saliva- ¿Esto es una pesadilla?

-Todavía no, pero en algún momento se convertirá en una.

-¿Y no podría volver a casa ahora mismo... por favor?

-Podrías, nada te lo impide, pero piénsalo bien porque si regresas vas a seguir pasando miedo por culpa de las pesadillas -respondió el Aire haciendo revolotear unas hojas.

Ayla se sentó a meditar sobre lo que el Aire le acababa de decir. Quedarse no le hacía ninguna gracia, pero era cierto que, si se marchaba, no se iba a librar nunca de los malos sueños. Enfrentarse a las pesadillas le daba muchísimo miedo, pero seguir sintiendo miedo todas las noches no era muy agradable. Meditó sobre todo esto un largo, largo, larguísimo rato, tan largo que la hierba del prado creció hasta casi cubrirla. Tanto, que una pareja de pájaros rarísimos -cabeza de ratoncito, patas de pato- anidó en su cabeza. Tanto tiempo, que el musgo había comenzado a trepar por sus piernas. 

Todo ese tiempo -y un poco más- le llevó a Ayla decidir que no podía volver a casa sin intentar librarse de las pesadillas.

Pensado, dicho y hecho, se levantó y dijo al Aire:

-Está bien, me quedo. ¿Qué debo hacer?

-Tendrás que ir a las Montañas de las Pesadillas -dijo el Aire.

-¿Y hacia dónde quedan esas montañas?

El Aire levantó unas semillas de dientes de león, formó una flecha con ellas y señaló hacia unas oscuras montañas que se veían en el lejano horizonte.

Ayla sintió unos tremendos escalofríos al mirarlas y preguntó:

-Y cuando llegue, ¿qué hago?

-Eso ya se verá -respondió el Aire, que deshizo la flecha y se marchó.

Ya no pintaba nada en aquel prado, así que apartó a la oveja -que ahora, además de olfatearla, le daba unos tremendos lametones- y se puso en marcha.

Caminó durante mucho rato pensando en esto, en lo otro y en lo de más allá, que son temas, como todo el mundo sabe, la mar de interesantes y que dan para mucho pensar. Y mientras caminaba y pensaba, se asombraba al descubrir las cosas curiosas que había en ese extraño mundo, como la hierba que, en lugar de quedarse quieta mientras era aplastada -que es lo que haría cualquier hierba normal en cualquier mundo normal- se apartaba a su paso para no ser pisada, o unos caracoles cuyas conchas tenían forma de minúsculas casitas con diminutas ventanitas llenas de florecitas -cursicaracoles se llamaban, no sé por qué-, o unos caballitos de mar con preciosas alas de libélula... O el camino de color rojo con el que se encontró, así, de repente, como salido de la nada.

 

3 comentarios:

  1. Anda, que extrañaba yo leerte... Y ahora con historia larga y en entregas...

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  2. Necio Hutopo: Anda que extrañaba yo tus visitas porque leerte, yo te leo, aunque no me pare a comentar :)

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  3. Ya empieza la aventura, acompaño a Ayla, la curiosidad me pierde.

    Besos

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