sábado, 19 de julio de 2014

El paraguas rojo


Érase que se era una sombra.
Una sombra curiosa.
Una sombra fantasiosa.
Una sombra soñadora.
Una sombra nada normal.
Una sombra que no quería arrastrarse por el suelo, ni pegarse a las paredes, ni ser de un color tan feo.
Una sombra que soñaba con volar, viajar por todo el mundo y ser de muchos colores.
Una mañana lluviosa esta sombra tan curiosa, soñadora y fantasiosa se encontró con un paraguas.
Un paraguas precioso.
Un paraguas enorme, de color rojo rabioso.
Era tan bonito y tan rojo que la sombra no podía dejar de mirarlo.
Se acercó a él.
Despacito.
Con cuidado.

Lo cogió con las dos manos y, justo en ese momento...
¡FIUUUUUU!
Una ráfaga de viento tiró del paraguas.
Y el paraguas tiró de la sombra.
Y la sombra y el paraguas salieron volando.
El suelo se hizo pequeñito enseguida.
El cielo se acercó muy rápido.
La sombra sonrió.
El viento jugaba con el paraguas y la sombra reía a carcajadas.
Riendo y jugando, el viento, el paraguas y la sombra atravesaron el arco iris.
La sombra ya no era negra.
Era roja, verde, amarilla, azul, naranja y violeta...
Era una sombra feliz.
Desde entonces, agarrada a su paraguas rojo, la sombra recorre el mundo, viendo todo cuanto soñaba, riendo sin parar y llenando todo de colores.

miércoles, 2 de julio de 2014

Pobrecita Huyhuyhuy



Huyhuyhuy era una niña diminuta.
Tan pequeña, tan pequeña que podía dormir en la palma de una mano.
Tan minúscula, tan minúscula que una margarita era más alta que ella.
Huyhuyhuy vivía en un mundo donde todo, todo, era rojo. Bueno, todo menos las nubes que eran blanquirosadas.
Lo demás, todo rojo.
Su pelo era rojo.
Sus vestidos, rojos. O blancos con rayas rojas. O rojos con lunares blancos. O a cuadros rojos y blancos.
Las flores eran rojas.
La hierba, roja.
Y los árboles.
Y las hojas.
Y el otoño, por supuesto.
Y las fresas, las cerezas y las manzanas.
Y hasta los animales.
Todo, todo, era de color rojo.
Huyhuyhuy era tan pequeñita que era difícil verla. Y, además, entre tanto rojo, era muy difícil distinguirla de todo lo demás.




Así que la pobrecita Huyhuyhuy, siempre que salía a pasear, iba con mucho cuidado y con mucho miedo.
- Huyhuyhuy – decía la niña cuando se encontraba con el Sr. Gato. – Tenga usted cuidado, Sr. Gato, que estoy aquí abajo y me puede pisar.
Y el Sr. Gato, maullaba (bajito para no amedrentarla):
- Lo siento, Huyhuyhuy, pero eres tan pequeña y es todo tan rojo que no logro verte. -
- Huyhuyhuy – decía la niña cuando se encontraba conel Sr. León. – Tenga usted cuidado, Sr. León, que estoy aquí abajo y me puede pisotear.
Y el Sr. León rugía (bajito para no asustarla):
- Lo siento, Huyhuyhuy, pero eres tan pequeña y es todo tan rojo que no logro verte. –
- Huyhuyhuy – decía la niña cuando se encontraba con el Sr. Cardenal. – Tenga usted cuidado, Sr. Cardenal, que estoy aquí abajo y me puede zampar.
- Lo siento, Huyhuyhuy, pero eres tan pequeña y es todo tan rojo que no logro verte. –
Y la pobrecita Huyhuyhuy seguía paseando con mucho cuidado para que nadie la pisara, la aplastara o se la zampara sin querer.
 Un día, mientras la pobrecita y pequeñita Huyhuyhuy, se hallaba sentada en una pequeña piedra (roja), contemplando los árboles (rojos), disfrutando del otoño (rojo) y pensando en qué podía hacer para pasear con tranquilidad, vio algo sorprendente: una rana de un color que nunca, jamás, había visto.
La rana, salta que te salta, se dirigía directamente hacia donde ella estaba y la pequeña y pobrecita Huyhuyhuy dijo:
- Huyhuyhuy. Tenga usted cuidado, Sra. Rana, que estoy aquí abajo y me puede aplastar.
huyhuy. – y diciendo esto se puso sobre la pata de la rana, donde destacaba como una gota de roja sangre sobre una hoja verde, pues este era el color de la Sra. Rana.- ¿Me ve ahora? –
- Sí, jovencita, ahora sí te veo, perdona si casi te piso pero es que eres tan pequeña y es todo tan rojo que no te había visto.
- ¡Qué color tan extraño tiene usted, señora! Nunca lo había visto. ¿Cómo se llama?
- ¿Yo o mi color? Bueno, es igual. Yo me llamo Grarg y mi color se llama verde. Allí de donde yo vengo, todo es como yo: verde.
- Vaya. Seguro que si viviera allí, aunque fuera pequeña como soy, todos sabrían donde estoy. – Dijo la pequeña Huyhuyhuy con tristeza.- ¿No podría llevarme con usted Sra. Rana? Al menos allí no correré el riesgo de que alguien me aplaste, me pisotee o me zampe sin querer.

- Supongo que sí podría pero tus padres se iban a poner muy tristes si te fueras ¿no crees?

- Eso es verdad – dijo la pobrecita Huyhuyhuy, y suspirando, se sentó en la pata de la Sra. Rana y siguió contemplando pensativa el rojo paisaje.
- Pero esa no es la única solución, jovencita.
- ¿Tiene usted otra idea, señora? – Dijo Huyhuyhuy con ilusión.
- Por supuesto. Es muy fácil: iré a mi país y te traeré un sombrero, un precioso sombrero de color verde. Y, cuando te lo pongas, aunque sigas siendo tan pequeña, tan pequeña, todos podrán ver donde estás porque tu sombrero verde destacará sobre todo el rojo de tu país.
La pobrecita Huyhuyhuy se puso muy contenta. Le dio un gran beso a la Sra. Rana y esta se marchó inmediatamente a su país. A los pocos días estaba de regreso con un precioso sombrero verde que Huyhuyhuy se puso inmediatamente.
Desde ese día, todo el mundo sabe donde se encuentra la pequeña Huyhuyhuy porque su sombrero verde destaca como una esmeralda en un mar rojo.
Así que si un día vas a ese país tan rojo, tan rojo y ves un puntito verde saltar entre la hierba, ten cuidado de no pisarlo porque esa cosita verde es el sombrero de la pequeña Huyhuyhuy y, debajo, va ella.
Y si no me crees pregunta a la primera rana que te encuentres.