martes, 14 de diciembre de 2021

¿Estáis ahí?

¡Hola, hola, hola!
¿Estáis ahí?
Si estáis ahí, mejor callaos.
Si estáis ahí, mejor ocultaos.
Si estáis ahí, corred a tapaos.
Porque si estáis ahí...
Si estáis ahí, no pasamos.
Si estáis ahí, no regalamos.
Si estáis ahí, nos largamos.
Así que...
¡Hola, hola, hola!
¿Estáis ahí? 



martes, 7 de diciembre de 2021

Los abetos


Los abetos bisbisean, murmuran, rumorean,
cotillean, musitan y cuchichean.
En voz baja se preguntan,
inquieren, indagan y husmean.
En medio de la ciudad,
forasteros,
extranjeros,
extrañados y extrañando.
Miran alrededor las hojas agitando,
curiosos y emocionados.
El mundo es grande, muy grande.
La ciudad huele muy raro.
El lazo rojo es bonito,
las luces les hacen guiños.
Los abetos bisbisean, murmuran, rumorean,
cotillean, musitan y cuchichean.
En voz baja se preguntan,
inquieren, indagan y husmean.



sábado, 30 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 

¡Venid a mis brazos,

humanos enanos!

¡Dadme un abrazo,

dadme las manos!

¡Bailemos un rato.

hagamos el pato!

¡Venid a mis brazos,

enanos humanos!




martes, 26 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 

Hoy he descubierto, así, por casualidad,

que las brujas escocesas,

en lugar de en escoba, viajan en gaita.

Es más cómodo, más musical.

Un poco ruidoso, quizás,

pero divertido a rabiar.




martes, 19 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 


No olvides a tu familiar,

gato, cuervo o similar,

si es negro mejor que bien

y si no, pues también.

Un familiar es tu amigo,

tu compañero más fiel,

siempre te hará compañía,

debes cuidar bien de él.




jueves, 14 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 

Invitadas fiesta de Halloween


Aparajita Daayan, delicada y misteriosa, viene desde la lejana India envuelta en su primoroso sari de seda, envuelta en olor a sándalo y curry. Una visita bienvenida... Aunque no sé dónde vamos a aparcar a su elefante.






miércoles, 13 de octubre de 2021

Notas de Casilda Brunilda Matilda

 

Brujas hay de muchos tipos.

las hay altas y delgadas,

las hay gordas y achaparradas,

las hay gordas y altas,

y delgadas y achaparradas.

Las hay feas y las hay guapas,

las hay tontas y las hay listas,

serias y gruñonas,

simpáticas y divertidas,

jóvenes y viejas.

Puedes ser cómo tú quieras.






viernes, 8 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 

Invitadas fiesta Halloween


Mchawi, hechicera africana, hija, nieta y bisnieta de hechiceras. La mejor de toda África (o eso dice ella). Nadie más en contacto con la naturaleza, siempre acompañada por sus queridas mascotas. Mejor no preguntar qué pasó con su pierna derecha... pero por si acaso no te acerques mucho al cocodrilo.





jueves, 7 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 


Esta cara de perpleja,

es la cara que te queda,

cuando hablas con un hada

y no se le entiende nada.

Porque hablan muy aprisa,

porque son tontas, muy tontas

y tienen la mente lisa.

Y te hablan de esto y aquello,

y saltan a aquello otro,

para luego pasar

a eso de más allá,

sin orden,

sin concierto,

sin sentido

y siempre muertas de risa.





miércoles, 6 de octubre de 2021

Notas de Casilda Matilda Brunilda

 

Invitadas fiesta de Halloween Bana-Bhuidseach, bruja escocesa, pelirroja y peligrosa.

Más valiente que Rob Roy, Braveheart y William Wallace juntos (dice ella misma de sí misma).

Y más bruta que... bueno, que lo más bruto que se pueda encontrar. Campeona de los juegos más rudos de Escocia.

Tras su cara de malas pulgas esconde más malas pulgas.






martes, 5 de octubre de 2021

lunes, 4 de octubre de 2021

Notas de Gunilda Matilda Brunilda


Recuerda muy bien recordado:

Por muy cuqui que parezcan, las casitas de chocolate, bizcocho y chuches no son nada prácticas, en verano se derrite, se llena de moscas, te quedas pegada al suelo o a la pared y te pone los muebles perdidos. En invierno pasarás frío porque eso no aísla ni mucho, ni poco, ni ná... Eso sin contar con que se te va a llenar el patio de niños, golosos y ruidosos, que no te puedes comer, con lo que incordian. Así que apunta bien:

Las casitas de chocolate, son muy monas, pero tate, tate...







domingo, 3 de octubre de 2021

Notas de Gunilda Matilda Brunilda

 

Ser fea no es obligación,

más bien es una elección

pero os puedo asegurar,

que una verruga o dos

ayudarán un montón.

Son elegantes y repelentes,

son geniales e imponentes.

Dan mucha seriedad

y asustan una barbaridad.

Si no tenéis la suerte

de tener algún lunar,

una nariz prominente,

la piel de color verde,

la dentadura fatal,

hay tiendas donde os venderán.

todo eso y mucho más.

Hacedme caso, probad.




viernes, 12 de marzo de 2021

La luna alucina

 

La luna alucina

le ha salido un lunar,

un lunar lunado,

justo en este lado,

el que todo el mundo mira.

La luna usa polvos

de blanco lunar,

lunar de luna, 

no lunar de lunar,

para tapar su lunar,

lunar de lunar,

no de luna lunar.

La luna alucina,

¡no lo puede quitar!

El lunado lunar

con nada se va.

La luna usa un velo, 

para su cara 0cultar,

y tapar bien tapado

ese feo lunar.

Con una ligera niebla,

tan leve como la seda,

esconde su cara

de luna lunera, cascabelera.

Pero el viento, despistado,

que de nada se entera,

llega, sopla distraído

y a la luna desvela.

La luna alucina,

¡así no hay manera!

El lunar lunado

todo el mundo verá.

La luna,, avergonzada,

un poco alelada.,

esa noche se tapa,

se esconde,

se gira enfurruñada,

para que nadie vea 

su lunado lunar,

tan negro,

tan feo,

tan fuera de lugar.

El lúcido lucero,

que a su lado está,

intenta animarla:

—Pues no está tan mal.

Te da otro aire,

como más casual.

La lunera luna lo mira,

suspira,

pero no se gira.

—Venga, mírate en el mar,

verás que no es tan horrible

el dichoso lunar.

La luna, enfurruñada y ceñuda,

se mira en el agua,

se queda parada,

se mira, se remira, 

se vuelve a mirar...

Tiene razón el lucero,

ese lunar, no está tan mal.

La luna alucina,

le encanta su lunar,

el lunar lunado,

justo en este lado,

el que todo el mundo mira.



 

 

 

 

 


sábado, 20 de febrero de 2021

El pirata cobarde

 

Se puede ser pirata y feo. 

Ser puede ser pirata y oler mal. 

Se puede ser pirata y borrachín. 

Incluso se puede ser pirata y tontorrón. 

Pero lo que nunca, jamás de los jamases, nunca jamás de los nunca jamases, puede ser un pirata es un “cobarde gallina capitán de las sardinas”.

Y eso era Rob Sin barba Dagger, capitán del Tormenta Roja: el pirata más cobarde de todos, desde África hasta el Polo Norte  y desde el Polo Norte hasta África.

Aunque no siempre había sido así. 

Tiempo atrás, Rob Sin barba era un pirata tan valiente y feroz como el que más, ni se arredraba ante nada, ni ante nada huía. Sí señor, antes, el capitán Sin barba. era un pirata con todas las de la ley. ¿Qué ocurrió, pues, para que se volviera un miedoso? ¿Un encuentro con algún horrible monstruo? ¿Una terrible batalla? ¿Alguna gravísima herida? No, nada de eso, lo que ocurrió fue que tuvo un formidable, enorme y gigantesco despiste.


Rob Sin barba siempre ha sido tremendamente olvidadizo y gigantescamente despistado. En cierta ocasión, estando en Isla Tortuga de fiesta con sus hombres, el capitán se dejó olvidada sobre una mesa de la posada su mano izquierda... y es por eso que lleva garfio. En otra ocasión, en el barco de su amigo el capitán John Cuatro dientes, se dejó en su camarote la pierna derecha... y es por eso que tiene una pierna de madera. También está aquella vez en que, dándose un baño en las cristalinas aguas de una playa caribeña, se le perdió el ojo derecho entre la arena... y es por eso que lleva un parche. Como ves, no se puede ser más distraído que el capitán y eso, justamente eso, fue lo que ocurrió con el valor de Rob Sin barba Dagger: se lo dejó olvidado, en mitad de un combate, en un barco que acababa de abordar y hundir.
Desde ese momento, Rob Sin barba se transformó en un pirata tan cobarde que por no atreverse, no se atrevía ni a navegar, y si su tripulación no le había abandonado era porque, a pesar de todo, querían a su capitán y confiaban en que, tarde o temprano (más temprano que tarde), volviera a ser el de antes.
Y fue su tripulación la que, tras mucho pensar (algo que le cuesta muchísimo a  un pirata), tras mucho hablar (algo que no le cuesta nada a un pirata) y tras mucho beber ron (algo que le encanta a un pirata), decidieron llevar a su capitán a visitar a la vieja Emchaui, una hechicera vudú que vivía junto al mar, al pie de un altísimo acantilado, en el lugar más peligroso e inaccesible de toda la isla.
El capitán, por supuesto, se negó, porque eso de ir a ver a una bruja a un lugar tan peligroso le daba mucho miedo pero, finalmente, sus hombres lograron llevarlo ante ella aunque para ello tuvieran que atarlo y arrastrarlo entre gritos, forcejeos e insultos de lo más variado:


—¡Soltadme, malditos hijos de una ballena tuerta! —gritaba el capitán Sin barba— ¡Me las vais a pagar, marineros de agua embotellada!
Pero su tripulación no lo soltó hasta dejarlo bien sentado frente a Emchaui. Entonces dieron un par de pasos hacia atrás y esperaron, ansiosos, lo que fuera a ocurrir a continuación. Emchaui, una vieja renegrida, reseca y reflaca, fumaba un enorme puro cuyo humo lanzaba continuamente sobre el atemorizado Rob Sin barba. Emchaui, la muy bruja, lo miró y remiró y lo siguió mirando durante tanto rato, que tanto el capitán como su tripulación estuvieron a punto de caer dormidos de puro aburrimiento.
De repente, la bruja, dio un alarido:
—¡Aaaaaaaah! —gritó haciendo que la tripulación diera otro paso atrás y que el capitán estuviera a punto de caer al suelo— ¡Aaaaaaah! —volvió a gritar— ¡Yo ya sé lo que hacer tú debes para miedo tuyo curar y volver a valiente ser! ¡Aaaah! ¡Aaaaah! —seguía graznando la vieja— Tú ir debes en un laaaargo viaje, encontrar barco fantasma y en él navegar hasta la terrorífica Isla del Infierno, a través del Tenebroso Mar, y una vez allí entrar en la caverna deberás del Grande Monstruo, luchar con él y robar deberás la Piedra Roja del Valor! ¡Aaaah! ¡Aaaaaaaah!  —gritó otra vez la bruja dando un nuevo susto a todos— Ahora si ti no importar, me dejar de golpear con pierna de madera tuya... ¡Aaaaaaah!
Y es que Rob Sin barba no había dejado de forcejear durante todo el tiempo que estuvo sentado frente a la bruja y su pata de madera llevaba rato golpeando la espinilla de la pobre señora. Sus hombres volvieron, entonces, a levantarlo en volandas y, sin decir nada, corrieron de nuevo hasta el barco mientras su enfurecido y atemorizado capitán no dejaba de gritar.


Una vez a bordo, lo metieron en su camarote, lo desataron y sin prestar la menor atención a sus intentos de evitar que zarparan, se pusieron manos a la obra, izaron velas, levaron anclas y pusieron rumbo a alta mar en busca de un barco fantasma y la cura de su capitán.
Sin barba permaneció encerrado en su camarote, negándose a participar hasta que, al cuarto día de navegación, se toparon con la tormenta más impresionante que habían visto nunca. Y, aunque al principio el capitán se quedó escondido bajo su camastro, acabó saliendo porque se dio cuenta de que su tripulación lo necesitaba para superar esa horrenda tempestad. El capitán, asustado, se puso a dar órdenes bajo la lluvia y a trabajar, él también, para evitar que el barco acabara hundiéndose; cuanto más miedo sentía, más se esforzaba Sin barba en trabajar contra el viento y las grandes olas. La lucha duró horas antes de que, finalmente, el mar volviera a la calma.
Entonces, entre las olas que se apaciguaban, envuelto en su propia niebla, surgió un enorme y tenebroso barco fantasma. Un buque enorme, cuyas maderas crujían de forma inquietante y cuyas velas aleteaban sucias y amenazadoras. Sin barba, al verlo, se encogió de miedo y se negó a abordarlo, pero el silencio obstinado y enfadado de su tripulación pudo más que su miedo y, aterrado y resignado, el capitán dio la orden de abordaje. Acongojado y amedrentado, el capitán se puso, muy a su pesar, a la cabeza de sus hombres para explorar el barco temiendo, a cada paso, tropezar con temibles fantasmas.
En la cubierta se les aceleró el corazón ante unos extraños golpeteos y crujidos en la zona de proa y allí se aproximaron, empujándose los unos a los otros, lentamente, hasta ver lo que provocaba aquellos terroríficos sonidos: una gaviota que intentaba atrapar algún pequeño molusco escondido entre las maderas.


Aliviados y algo más animados, acabaron su exploración de cubierta sin encontrar ni un fantasma, ni un demonio, ni nada más aterrador que la gaviota hambrienta. Luego se dirigieron a las escaleras que conducían al interior del buque. Allí los recibió un horrísono chillido, un silbido y golpeteo, como pasos a la carrera que a punto estuvo de volverles el cabello blanco de pavor (menos a Johnny El calvo, claro). Con Rob Sin barba al frente, todo lo despacio que pudieron, fueron descubriendo que el chillido lo había producido una rata que, al poco rato, se escurrió entre sus piernas, que el silbido era producido por el viento pasando a través de un pequeño agujero en el casco y que el golpeteo no era más que un ventanuco mal cerrado que traqueteaba debido a las corrientes de aire. El suspiro de alivio fue general y sonoro cuando, explorado todo el barco, se dejaron caer al suelo con piernas y manos temblorosas aún por el miedo pasado.
Aquel enorme barco, supuestamente fantasma era, ahora, completamente suyo sin otra lucha que la que hubo de mantener cada uno contra su propio miedo... especialmente su capitán.
Ya sólo quedaba poner rumbo a la Isla del Infierno y, en esta ocasión, no hubo ni que atar ni que empujar al capitán Rob Sin barba Dagger pues fue él mismo quien se puso al timón, dispuesto a poner fin a aquella aventura.
Atravesaron el Mar Tenebroso en cuatro días: el primero lucharon contra un gran pulpo, el segundo contra un tifón espantoso, el tercero eludieron a las sirenas más feas que nadie haya visto (y que nadie verá) y el cuarto se enfrentaron a peces voladores con dientes como pirañas. Al quinto día, el vigía dio el grito de tierra a la vista y todos habrían dado saltos de alegría sino fuera porque no dejaban de pensar en qué temible monstruo, más espantoso que todo aquello con lo que se habían enfrentado hasta el momento, se iban a encontrar.


Desembarcaron al amanecer en una playa de arenas doradas y aguas transparentes que no tenían nada de terroríficas y exploraron la isla hasta dar con la enorme caverna en la que se suponía habitaba el “Grande Monstruo” que les había dicho Emchaui.
Llegados a la entrada de la caverna, Rob Sin barba Dagger, comunicó a sus hombres que entraría él solo a enfrentarse con lo que fuera que hubiera allí dentro, pues era él quien debía recuperar el valor que había extraviado. Su tripulación protestó pero acabaron obedeciendo y se dispusieron a esperar mientras su capitán entraba, encogido, tembloroso y decidido, en la tenebrosa cueva.
Cuando había recorrido unos cien metros, Rob Sin barba, se vio inmerso en la oscuridad más oscura que jamás hubiera imaginado. Aún cuando su vista comenzó a acostumbrarse a la falta de luz, Sin barba no lograba ver apenas nada y debía andar con mucho cuidado. Se pegó a la pared de la izquierda y movía su otro brazo en busca de cualquier obstáculo que hubiera en su camino. Andaba tan lentamente que tenía la sensación de no avanzar absolutamente nada. A su alrededor se multiplicaban los susurros y los roces. En cierta ocasión sintió algo viscoso pasar sobre su mano o tocar su cara. Más tarde algo pareció exhalarle en la cara su aliento pestilente. Al cabo de lo que pareció una eternidad algo aleteó un poco más adelante y un horrible grito casi perfora sus tímpanos. No se había enfrentado aún a ningún monstruo pero Rob Sin barba se sentía exhausto y sudoroso como si hubiera luchado contra un millar de ellos y su corazón no dejaba de latir a toda velocidad.

Por fin, tras mucho andar, una luz apareció frente a Rob quien se dirigió hacia ella, temblando, convencido de que allí encontraría al horrendo monstruo. La luz se fue transformando en dos luces, dos puntos rojos. Los puntos rojos, tomaron pronto la forma de dos ojos diabólicos. Los dos ojos diabólicos fueron haciéndose más y más grandes. Rob sujetaba ahora su espada con fuerza y avanzaba tragando saliva, paso a paso, despacio, pero sin detenerse. Los ojos se acercaban y se agrandaban, se acercaban y se agrandaban y el capitán no tardó en descubrir que no eran ojos sino dos enormes lámparas que emitían una luz rojiza y que custodiaban una enorme piedra del mismo color sobre la que estaba escrito:

Quien hasta aquí llega
busca el valor
pero el valor no se encuentra,
se posee o no.
Si hasta aquí has llegado
buscando valor
sabe, viajero, que ya lo has hallado
y está en tu corazón,
y que sin el temor
no existiría el valor.

Rob tardó un rato en darse cuenta de que aquello quería decir que no había ni monstruo, ni piedra, ni magia, ni nada y que había encontrado su valor al enfrentarse a todo aquello que tanto miedo le daba.
Regresó Sin barba con sus hombres y fue recibido con alegría. Tras contarles lo ocurrido, volvieron al barco dispuestos a surcar de nuevo los siete mares, varios ríos navegables y unos cuantos grandes lagos.
Y nadie, nunca jamás de los jamases, se atrevió a llamar cobarde al capitán Rob Sin barba Dagger.









 Pilar, la osa polar, ha salido a patinar, con su patinete nuevo.