domingo, 29 de septiembre de 2013

Érase que se era



Érase que se era una princesa fea, un príncipe tonto y un hada mala.
Érase que se era un rey malvado, una madrastra sabia y una bruja buena.
Érase que se era un dragón sin fuego, un pirata sin parche y un vampiro desdentado.
Érase que se era un lobo inocente, una oveja feroz, un león muy tímido y un cerdito muy flaco.
Erase que se era --en fin- un país de cuento en donde nada funcionaba como funciona en los cuentos.
Y ocurrió en este curioso país de cuentos que la princesa fea se enamoró del príncipe tonto que fue secuestrado por un unicornio loco y llevado a un bosque oscuro y tenebroso.
Y pasó que la princesa fea quiso rescatar al príncipe tonto y fue en busca de una bruja buena que le diera algún hechizo, o una espada mágica, o un arpa encantada, o cualquier otra cosa que sirviera para vencer al loco unicornio y  salvar al tonto príncipe.

Pero la pobre bruja -que era un poco despistada- le entregó al fea princesa una espada sin filo, una pócima para hacerse invisible que le producía picores y una capa voladora que sólo volaba a ratos. Y con estas tres cosas, más su valor, se fue la princesa fea al rescate del príncipe tonto.
Como la capa voladora sólo funcionaba una vez de cada diez -aproximadamente-, la princesa fea tardó varios días en llegar al bosque tenebroso y oscuro.
Como la pócima para hacerse invisible le provocaba muchos picores, la princesa fea lo pasó fatal pero consiguió llegar hasta la guarida del unicornio loco sin que nadie la viera.
Y como la espada que le dio la bruja no tenía filo, la princesa fea comenzó a cortar las cuerdas que ataban al príncipe tonto con los dientes.
Justo cuando comenzaba a morder las cuerdas llegó a la guarida el unicornio loco que, furioso, corrió hacia la princesa. Ella -la princesa- en lugar de asustarse y salir corriendo, esperó a que él -el unicornio- llegara muy cerca y tomando la espada sin filo con las dos manos, le dio un golpe tan fuerte que el unicornio estuvo mareado una semana entera.

Entonces se giró hacia el príncipe, sonriente e imaginando que le daría las gracias y -a lo mejor- hasta se enamoraba de ella. Pero el príncipe tonto, cuando vio a la princesa fea, en lugar de darle las gracias dijo:
-¡Qué fea eres! ¡Con todas las princesas guapas que hay por el mundo y me ha rescatado la única fea! ¡Menudo rollo!
Y la princesa fea, dándose cuenta de que aquel era el príncipe más tonto, re tonto y super mega tonto que había conocido, decidió dejar que se apañara con el unicornio loco. Así que, en lugar de desatarlo, se dio la media vuelta y salió de la guarida.
Por supuesto, el príncipe tonto gritó y pataleó pero la princesa fea ni se volvió a mirarlo y no paró hasta estar de nuevo en casa.
El príncipe tonto se quedó con el unicornio loco durante mucho, mucho tiempo.
El unicornio loco se volvió aún más loco por pasar tanto tiempo junto al príncipe tonto.
Y, pasado un tiempo, la princesa fea conoció a un príncipe listo que se enamoró de ella por ser tan inteligente y tan valiente.
Y es que en este país de cuentos donde nada funciona como funciona en los cuentos, también hay finales felices aunque no sean como los felices finales de los otros cuentos.



 

2 comentarios:

  1. ¡que genial historia! y el final me ha encantado es un final como debe de ser! me fascinan tus cuentos! permiso lo comparto en facebook :D

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 Pilar, la osa polar, ha salido a patinar, con su patinete nuevo.