Me meto en la cama,
me
tapo hasta la nariz.
cierro
los ojos
es
hora de dormir.
Pero
el duende del sueño,
hoy
tarda en venir.
Espero
y espero,
y
vuelvo a esperar.
El
duende no llega,
¿qué
le pasará?
Giro
a la derecha,
luego
a la izquierda,
me
pongo boca arriba
y
sobre mi barriga,
miro
al techo,
a
la puerta,
la
ventana,
la
cortina...
Nada,
que el duende no llega,
¿qué
le ocurrirá?
Parece que lo oigo,
ay,
que va a llegar.
—¡Juguemos
al escondite! —le escucho gritar.
Yo
estoy muy cansada,
no
quiero correr
ni
tampoco saltar,
quiero
seguir en la cama,
dormir
y descansar.
Pero
el duende del sueño hoy quiere jugar
—¡Juguemos
al escondite! —grita sin parar.
—Hoy
no me apetece,
prefiero
descansar,
mira
que mañana
debo
madrugar.
Pero
el duende del sueño no quiere trabajar.
—¡Juguemos
al escondite! —vuelve a gritar.
Y
sale corriendo,
veloz
como el viento,
a
esconderse bajo un asiento.
—Estás bajo la silla —le digo
en un bostezo.
El
duende del sueño ríe con regocijo
y
sale disparado,
a
buscar otro escondrijo.
—Estás
en el ropero —le digo al arrapiezo.
Y
sin dejar de reír,
se
busca otro cobijo.
Se
mete bajo la cama,
se
esconde tras las cortinas,
se
enreda con mi pijama,
yo
todo lo adivino y él no se desanima.
De
vez en cuando le llamo,
por
ver si me hace caso:
—Ven,
duende bonito,
ven,
duende gracioso,
trae
contigo al sueño,
te
prestaré mi oso.
—Ven, pequeño duende,
ven,
duende chistoso,
trae
el sueño, atiende,
quiero
cerrar los ojos.
Pero
nada, no hay manera,
él
erre que erre,
corre,
grita, salta, vuela,
tan
feliz y tan alegre.
Se
esconde sobre la lámpara,
se
mete bajo mi manta,
yo
intento atraparlo,
pero
siempre se me escapa.
Y
entonces se me ocurre
que
si dejo de jugar
y
el duende se aburre,
a
lo mejor, puede ser, quizás...
Dicho
y hecho,
hecho
y dicho,
me
quedo muy quieta,
mirando
hacia el techo,
mientras
de reojo al duende vigilo.
El
duende del sueño,
comienza
a aburrirse,
se
sienta, bosteza,
me
mira, se estira,
se
rasca la cabeza,
pero
no se anima.
Traer
el sueño hasta mi almohada
le
da mucha pereza.
—¿Y ahora qué invento? —pienso
para mí.
Si
el duende no viene,
si
el duende no quiere,
si
el duende no se acerca a mí,
tendré
que buscar otro modo
de
poder dormir.
—Me
contaré una historia —digo para mí.
Y
me cuento el cuento
de
los piratas del desierto,
que
nunca han visto el mar.
El
duende del dueño mira boquiabierto.
Luego
cuento la historia
de
la princesa que atrapó un dragón,
y
el de la caja de cartón,
y
el del dragón gruñón....
Y
poquito a poquito
el
duende se aproxima
se
sube a mi cama
y
a mi lado se ovilla.
Y
con él llega el sueño.
qué
maravilla.
Y
poquito a poquito
mis
ojos se cierran,
el
sueño me lleva
a
países lejanos,
a
lejanas tierras.
El
duende,
muy
cansado,
a
mi lado se queda,
dormidito,
quietecito,
hecho
un ovillito.
¡Buenas
noches,
noches
buenas!