La historia que voy a contar me la contó quien puede contarla.
La historia que voy a decir me la dijo quien puede decirla.
Si es mentira o es verdad, serás tú quien lo decida.
Yo creo que es cierta porque me la contó quien la puede contar, me la dijo quien puede decirla.
Me contó, pues, quien puede y quien sabe que, existía -existe- un país llamado, según algunos, Fantagia, según otros Magasia y, según alguno más Fantilusia. En realidad nadie, absolutamente nadie, sabe cómo se llama este maravilloso país, ni los sabios más sabios, ni los tontos más tontos, ni tan siquiera sus habitantes. Ellos, sencillamente, lo llaman hogar y con eso les basta.
En este extraordinario país habitan brujos (y brujas), magos (y magas), hechiceros (y hechiceras), encantadores (y encantadoras), nigromantes (¿y nigromantas?), hadas (¿y hados?), augures y clarividentes. También viven duendes, elfos, silfos, gnomos, dragones, trolls, algún que otro ogro... en fin, cualquier criatura mágica que conozcas y hasta más de una que no conoces.
Muchos y grandes exploradores han intentado llegar hasta este lugar que no está lejos ni está cerca; que no está en este mundo ni tampoco fuera de él; al que es difícil llegar pero es fácil de descubrir. No existe nadie que pueda indicarte el camino hacia Fantilusia -o Fantagia o Magasia o el hogar...-. No hay ningún mapa que te diga dónde está. A él no llegan ni aviones, ni barcos, ni trenes.
Sólo hay algo que puede ayudarte a encontrarlo, tu arma más poderosa, tu brújula más potente, tu mapa más infalible: tu imaginación. Tu poderosa, maravillosa, grandiosa imaginación. Con eso, más un inmenso y puro anhelo y un poco de suerte, podrás llegar al país más hermoso que puedas imaginar.
Se encuentra Fantagia -o Magasia o Fantilusia o el hogar...- siempre envuelto en una niebla espesa, iridiscente y musical. Una niebla formada por pequeñas, pequeñísimas, partículas de magia en suspensión. Estas titilantes chispas, estas chispeantes centellas, estas luminosas porciones de magia están en continua agitación, produciendo una música cristalina, unas veces melancólica, otras veces inquieta, a veces enojada y otras, la mayoría, alegre.
Esta radiante y armoniosa bruma rodea a Magasia – o Fantilusia o Fantagia o el hogar...- como una bella joya, como un primoroso collar o una exquisita corona que separa el mundo real del reino de la ilusión.
En cuanto el viajero se sumerge en esta niebla la magia comienza a cosquillear en su piel, llena su corazón, reverbera en su alma, la nota bailar en su boca -algo picante, algo ácida, algo burbujeante- y, sobre todo, siente como se le mete por la nariz provocando que Aaa… provocando que Aaa…. Digo que provocando que Aaaatchíiiisss… sniff… eso, que estornu… Aaaaatchússss… que estornude sin parar durante un rato.
Aaaatchíiiiisssss… Aaaatchíiiiisssss… Aaaatchíiiiisssss… Aaaatchíiiiisssss…
Y, una vez pasada esa preciosa niebla, nos encontramos, por fin, en el hogar -o Fantagia o Fantilusia o Magasia- pero eso, si no te importa, te lo contaré otro día.
Pronto. Bien pronto. Antes de lo que imaginas....
¡Pues ya estoy desando ver qué cosas ocurren en ese País tan mágico que nadie sabe como se llama de verdad.
ResponderEliminarMuy interesante tu relato. me encantan los cuentos, así que espero la siguiente parte con impaciencia.
Un abrazo
El próximo jueves, sin falta, palabrita ;)
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