miércoles, 2 de diciembre de 2020

Calendario Adviento

 

2 de diciembre






Sobre la mesa del salón, frente al fuego, había un hermoso pastel con una tarjeta en la que se podía leer: 


Para Papá Noel, con mucho cariño de Marina y Miguell 

(lo hizo mamá, pero todos ayudamos).


Era un pastel precioso, todo blanco, con un pequeño Papá Noel y un abeto, y pingüinos... y olía.... Hummm... Olía a Navidad, a risas, a calorcito. Desde la ventana, ateridos bajo la nieve que caía despacio, así como con desgana, un par de ratoncitos hambrientos miraban el precioso pastel, embobados. Sus hociquitos se movían olisqueando el aroma que se escapaba entre las rendijas de las ventanas. Se les estaba haciendo la boca agua a la vista de semejante manjar.

—Tengo mucha hambre —dijo Antón Ratón—. Yo voy a entrar.

—Pero no podemos comernos ese pastel —dijo Simón Ratón—. Ahí pone que es para Papá Noel. (Sí, los ratones de los cuentos saben leer. También saben hablar y no has dicho nada...).


—Tengo mucha hambre —repitió Antón Ratón—. Y tú también. El invierno está siendo muy malo. Sólo será un pedacito de nada. Vamos.

Y salió corriendo en busca de un agujero por el que colarse en la casa y Simón Ratón, aquello no le parecía bien, pero era verdad que tenía muchísima  hambre y, además, no podía dejar solo a su amigo. Así que allá que fue, tras Antón, que ya se había colado por un agujero y estaba al pie de la mesa, disfrutando del calorcito de la chimenea y del maravilloso olor del pastel. Una vez juntos, subieron a la mesa, Antón por la pata derecha y Simón por la izquierda para juntarse justo en el medio, donde estaba el precioso y oloroso bizcocho. Apartaron la tarjeta y ya iban a meter sus diminutas patitas en él cuando, con un tremendo golpetazo, el gato de la casa apareció sobre la mesa y los miró con cara de muy malas pulgas y peores ideas.

Los corazoncitos de Antón y Simón empezaron a latir a toda prisa y los dos ratoncitos se quedaron paralizados de miedo. ¿Qué iban a hacer? ¿Cómo iban a escapar? ¿Les daría tiempo a coger un trocito de pastel antes de echar a correr? Todo eso pensaron sin mover ni media patita, mientras el gato los miraba y bufaba. 

¡Qué miedo! ¡Qué pavor! ¡Qué mala pata! Ellos sólo querían comer y estaban a punto de acabar como comida del gato.

Y entonces, justo un segundo antes de que echaran a correr, apareció una mano grande, fuerte y regordeta que cogió al gato por el cuello. La mano iba unida a un brazo que iba unido a un hombro que iba unido a un cuello que iba unido a una cabeza que es hacia dónde se dirigió la mano con el gato.

—Minino Micifuz, deja a mis invitados comer en paz. Ya sé que cumples con tu deber, pero esta es una noche especial, así que déjalos en paz. Y vosotros, pequeños ladronzuelos, comed cuanto os apetezca. Esta noche sois mis invitados.

Antón y Simón Ratón miraban asombrados aquella cara sonrosada, barbada y sonriente porque ante ellos, sujetando al Minino Micifuz estaba el mismísimo Papá Noel.

Aquella noche los ratoncitos comieron hasta quedar hartos y, cuando volvieron a casa, descubrieron que Papá Noel les había dejado un montón de frutos secos y otras cosas ricas y mantas y hasta un buen fuego. 

Aquel invierno, ya no vlolvieron a pasar ni frío ni hambre.




2 comentarios:

  1. ¡Qué bonito cuento! Es estupendo para contar a los niños en Navidad.
    Un abrazo

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    1. Eso intento, poner cositas para ellos durante estos días :)

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