jueves, 10 de diciembre de 2020

Calendario de Adviento

10 de diciembre













La pingüina Marina


La pingüina Marina era de color negro y blanco, o blanco y negro, según lo quieras mirar. La mamá de Marina, la pingüina, también era de esos dos colores. Y el papá de Marina. Y los hermanitos de Marina. Y los amigos de Marina. Y todos, todos los pingüinos de los alrededores y de más allá. 

Todos iguales.

¡Qué aburrido!

La pingüina Marina había aprendido en la escuela que, en otros lugares, esos lugares lejanos en los que casi ningún pingüino había estado, había animales y plantas con miles de colores la mar de divertidos. No como ellos, los pingüinos, todos con su uniforme y soso plumaje blanco y negro.

¡Qué aburrido!

A Marina le daban ganas de bostezar el ver a todos tan iguales y sosainas. ¡Pero si a veces le costaba distinguir a su mamá de las otras mamás! ¡Menudo rollo!

Ni sus padres, ni sus hermanos, ni sus amigos ni ningún pingüino entendía por qué Marina se quejaba tanto de ser como era. A ellos el blanco y negro de sus plumas les parecía de lo más bonito y elegante. Y, a ver, tampoco se parecían tantísimo entre ellos, había pingüinos más altos, más bajos, más gordos, más flacos... En fin, que a Marina no la entendía nadie y, cuando se ponía muy pesada con el temita, le decían:


—Marina Pingüina, ya sabemos que no te gustan tus colores ni ser como los demás, pero no hay nada que puedas hacer, así que deja ya de quejarte.

Y Marina se callaba durante dos o tres días hasta que se olvidaba y todo volvía a empezar.

Cierto día, cuando nuestra amiga la pingüina, se iba a meter en el agua para nadar un ratito, se tropezó con una gran caja en la que, a través de un agujero, se veían muchos colores.

La pingüina Marina, emocionada y llena de curiosidad, abrió la caja y se quedó encantada con lo que vio: un montón de jerseis de muchos colores. ¡Era maravilloso! ¡Fantabuloso! ‘¡Marantástico!

Marina se puso a bailar de felicidad.

La pequeña pingüina cogió un jersey y se lo puso a toda velocidad. 

—¡Es precioso! —dijo, y corrió a limpiar bien de nieve un trozo de hielo cercano para mirarse bien mirada.

El jersey era azul, y rojo, y amarillo, y verde... ¡Tenía tantos colores! ¡Y le quedaba genial! Además, era la mar de calentito.

Después de mirarse por todos lados, la pingüina Marina, fue a pasearse entre los demás pingüinos que la miraban picoabiertos.

—¡Oooh! —decían unos.

—¡Aaah! —decían otros.

Y los menos tímidos se acercaban y toqueteaban el jersey. 

Al poco tiempo todos querían un jersey como el de Marina y ella, por supuesto, les llevó dónde estaba la caja.

En menos de una semana todos los pingüinos llevaban un jersey de colores y Marina estaba encantada viendo tantísimos colores a su alrededor... hasta que se dio cuenta de que todos, absolutamente todos, iban exactamente iguales. 

Todo volvía a ser un rollo, pero ahora, de colores.


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