viernes, 4 de diciembre de 2020

El Hada Helada VIII (y último)

 

—Señor del Invierno y del Frío, Amo de la Nieve y del Hielo, Dueño de la Ventisca, las Heladas, las Cencelladas y la Escarcha - Dralina había tenido buen cuidado de aprenderse todos esos títulos antes de salir de su país-. Eres grande y poderoso. Eres frío y pendenciero. Durante años has demostrado tu valor y tu poder sin fin y ahora esta humilde y pequeña hada, te pide que muestres tu inteligencia y tu altruismo dando fin a esta absurda guerra y devolviendo a mi Señora, la Bruja del Otoño, la tranquilidad, su territorio y su tiempo. Te lo pido con humildad, gran señor. 

El Gran Mago sonrió divertido y preguntó a Dralina: 

—¿Y por qué habría de hacer eso cuando, sin la menor duda, soy el claro vencedor de esta guerra? 

—Por generosidad, señor-. Respondió el hada. 

El Mago no pudo contener una condescendiente carcajada. 

—Eres, sin duda, muy divertida y, también sin duda, muy atrevida. Por supuesto no pienso hacer lo que me pides así que es mejor que vuelvas a esconderte bajo las faldas de tu Señora... y confórmate con esa generosidad. 


—Entonces, Señor, me veré obligada a abrir esta caja... 

—¿Y tengo que asustarme de una caja? 

—No, señor, de la caja no. De lo que en ella hay, sí. 

—Y bien ¿Qué es eso que ha de aterrarme? 

—Unas Espigas del Sol, Señor del Frío. Supongo que no os será difícil imaginar qué ocurriría si abriera y dejara caer estas espigas en vuestro palacio. 

Al oír esto el Gran Hechicero, de un salto, se levantó de su trono pensando en acabar con la pequeña Dralina a base de magia… pero si es cierto que era presuntuoso y ambicioso, también es cierto que era reflexivo y razonable y se preciaba de no actuar a lo loco.. Y esto salvó a Dralina, pues al Mago se le ocurrieron tres buenas razones para no dañarla. 

Una, que la pequeña hada tenía su propia protección mágica y la de su Señora. Puede que la suya no fuera una gran magia y puede que la de su Señora -debido a la distancia- se encontrara debilitada pero ambas unidas serían suficientes para que la joven hada tuviera tiempo de cumplir su amenaza.  



Dos, que le bastaba un pequeño gesto para dejar caer las espigas y, por tanto, acabar con su palacio y su reino en menos de un segundo.  

Y tres, la admiración que le había provocado el valor y la tenacidad de Dralina. 

Así que, tras pensarlo unos segundos, el Mago del Invierno decidió abandonar la guerra y su deseo de más terreno y tiempo. Decidió, asimismo, pedir perdón a la Bruja del Otoño e intentar hacer las paces con ella y, por último, decidió regalar a Dralina, como premio a su valor, un diamante mágico tallado en forma de copo de nieve para que pudiera ponerse en contacto con él siempre que necesitara ayuda. 

Y así acabó la guerra entre la Bruja del Otoño y el Mago del Invierno. 

Ah, casi lo olvidaba. Te preguntarás que por qué llaman a Dralina el Hada Helada. Pues, verás, la llaman así porque desde su viaje a las tierras del Invierno la pobrecilla siempre tiene frío. Es como si se le hubiera metido dentro, muy dentro, y no hay manera de que entre en calor. Así que en el Bosque del Otoño los pequeños duendes cantan:  

 
 
La hermosa Hada Helada, 

siempre tiene frío 

y siempre va abrigada. 

Mas si quieres que en calor entre 

haz el bien y sé un poco valiente. 



Porque, cuando algún niño o alguna niña, hace algo bueno o valeroso, Dralina, el Hada Helada, siente como su pequeño corazoncito se llena de un suave calor que se extiende por todo su cuerpo y que le dura durante varias horas. 

Así que, ya sabes. Ayuda a Dralina de vez en cuando. Ella te lo agradecerá. 


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